(2ª entrega)
- ¡Lola! -
gritó con voz histérica: - la señora no se encuentra bien. - Y se fue corriendo
a no sé dónde.
- No es
gran cosa, - murmuré sabiendo que nadie iba a escucharme: - ¿Podría llamar
alguien a mi casa, para que mi marido venga a recogerme?
Tuve que
repetirlo tres veces, hasta que Lola me entendió a pesar del ruido de las
secadoras. Luego la escuché hablar por teléfono, y me la pude imaginar
perfectamente haciendo gestos en el aire con su mano enfundada en el
guante del tinte. Después se acercó. Su voz se hizo demasiado fuerte y su
perfume algo pesado me envolvió.
- Muy
bien, estate así. Cierra los ojos. Yo también lo hago cuando no me encuentro
bien. Oye, tu marido es muy atento –al menos por teléfono–. Me dijo que vendría
enseguida.
Y de hecho
no tardó en venir. Escuché el sonajero de metal que hacía
tiempo Lola había colocado encima de la puerta de entrada. Mientras tanto me
había dado cuenta de que a través de la piel de mis párpados cerrados pasaba algo
de luz, y cuando Pedro, así se llama mi marido, se inclinó encima de mí, esa
tenue claridad rojiza oscureció de repente por lo que intenté esquivar su
sombra.
-¿Qué te
pasa? - preguntó irritado, y me puso una pesada mano sobre el hombro: - Tienes
que decidirte de una vez a perder peso. El médico te lo ha dicho varias veces.
El sobrepeso es malo para la salud.
Lola, cuya
vida consiste en un vaivén entre comilonas y rachas de ayuno total, apenas lo
dejó terminar la frase.
- En mi
peluquería, las flacas se quejan más que las gordas, y por algo será, vamos,
digo yo.
Su voz fuerte y penetrante me siguió con
buenos deseos y consejos de todo tipo cuando, apoyada en Pedro, abandoné
bastante insegura la peluquería. Antes de que saliéramos, Lola consiguió que
Pedro abonase el importe correspondiente al lavado de pelo que me había hecho
el aprendiz, y cuando habíamos salido afuera donde el sol de mediodía se hacía
notar calurosamente incluso a través de mis párpados cerrados, Pedro se
revolvió hacia mi y dijo airado:
- Vaya
amiga que tienes en esa peluquera. Te encuentras mal, y realmente tienes mal
aspecto, y ella sólo está pendiente de cobrar su maldito champú y el agua que
la hiciste gastar.
Seguía
indignado por mi ‘amiga Lola’ mientras me dirigía a través de los transeúntes. Un par de veces choqué
contra alguien y asustada, pedí disculpas.
- ¿No
puedes abrir los ojos? - fue el comentario sarcástico de Pedro.
No fue
hasta llegar a la entrada del edificio donde vivíamos, que Pedro se dio cuenta
de que yo había contestado negativamente a su pregunta. Me guió hacia el
interior del ascensor, y allí se dio media vuelta hacia mí.
- ¿Qué
quieres decir? ¿Que no puedes abrir los ojos? - Como suele hacer en situaciones
que no controla, empezó a enfadarse:
- El médico
te ha dicho tantas veces que debes adelgazar...
Yo no
contesté y me apoyé contra la pared de la cabina. Dentro del ascensor había tan
poca luz, que mis párpados no dejaban pasar sino un suave marrón rojizo.
Finalmente, nos paramos en nuestra planta, la nueve, con la pequeña sacudida
habitual del ascensor, e igualmente por costumbre empujé enérgicamente la
puerta. La claridad apenas aumentó, pero antes de que yo pudiera darme cuenta
de este detalle, había chocado contra mi hijo Manu que nos esperaba, nervioso y
agitado, en el rellano.
(SE CONTINUARÁ EL MIÉRCOLES 18)
Y más intriga Dorotea!! Dentro de un ámbito que nos es bastante común para la mujeres, como lo es la peluquería, el relato se entrega de manera amena sin dejar a un lado un gran llamado a la curiosidad. Francamente, me tienes enganchadísima! A esperar el miércoles entonces.
ResponderEliminarLindo domingo!
Gaby*
típico. Hombres que no entienden o no saben resolver el problema con el que les toca enfrentarse, empiezan por agredir a la mujer que suele ser la víctima del problema... jejeje
ResponderEliminarVeremos cómo sigue.
Buenos días, Dorotea:
ResponderEliminarPues aquí me quedo a la espera de la tercera entrega.
Un abrazo.
Me he puesto al día pero sigue siendo de noche, voy a leer el miércoles. Abrazos
ResponderEliminarEsto está cada vez mas interesante. Sigo leyendo.
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